sábado, 8 de agosto de 2009

La creación nos aproxima de Dios

En la Suma contra los Gentiles, Santo Tomás nos invita a meditar sobre las obras divinas, como forma de iluminar y fortalecer nuestra fe.
La meditación sobre las obras divinas es necesaria para el esclarecimiento de la fe humana respecto de Dios.


La sabiduría está como que reflejada en las criaturas
En primer lugar, porque por la meditación sobre las obras podemos admirar de algún modo y considerar la sabiduría divina: las cosas realizadas por el arte son representativas del arte: porque son realizadas a su semejanza. Entonces, Dios, por su sabiduría dio el ser a las cosas, razón por la cual se dijo: Todo lo hicisteis con sabiduría (Sl 103, 24). De ahí podemos, por la consideración de las obras, recoger la sabiduría divina, que está como que reflejada en las criaturas por cierta comunicación de su semejanza. Así se dijo en la Sagrada Escritura: Se difundió su sabiduría en todas las obras (Eclo 1, 10). Por eso, cuando el salmista dice: Maravillosa sobre mi se muestra vuestra ciencia: sublime es ella, y no la podré alcanzar; y cuando añade el auxilio de la iluminación divina dice: La noche se convirtió en claridad, etc. Se confiesa auxiliado por el conocimiento de la sabiduría de Dios, con las palabras: Maravillosas son vuestras obras y mi alma bien lo sabe (Sl 138, 6, 11 y 14).

Admirar las obras de Dios produce reverencia para con Él
En segundo lugar, esa consideración nos hace admirar hasta la última virtud de Dios, y consecuentemente, produce en los corazones de los hombres la reverencia para con Dios. En efecto, conviene que la capacidad del artista sea tenida como superior a las cosas que él hace. Donde se dijo: Se quedan admirados (los filósofos) de su potencia y de sus obras (esto es, del cielo, de las estrellas y de los elementos del mundo) comprendan que quien las hizo es más poderoso que ellas (Sb 13, 4). Está dicho también por el apóstol: Se penetra en las realidades invisibles de Dios por medio del conocimiento de las cosas hechas, como su poder y su divinidad (Rm 1, 20). De esa admiración proviene también el temor de Dios y la reverencia. Donde dice la Sagrada Escritura: Grande es en poder vuestro nombre; ¿quién os teme, oh rey de los pueblos? (Jr 10, 6-7).

Deleitarse con las criaturas creadas inflama de amor por la bondad de Dios
En tercer lugar, esa consideración inflama los ánimos humanos de amor para con la bondad divina. En efecto, todo aquello que de bondad y de perfección está distribuido parcialmente en las diversas criaturas, está en Dios unificado de modo pleno y universal, como en la fuente de toda bondad, conforme fue visto (1. I, cc XXVIII y XL). Si pues, la bondad, la belleza y la suavidad de las criaturas ya atraen de tal modo los ánimos humanos, la bondad frontal de Dios, cuidadosamente comparada con los riachuelos de bondad encontrados en las criaturas, atraerá para sí aquellos ánimos totalmente inflamados. Donde se dijo: Me deleitas, Señor, por vuestras obras y exultaré por causa de las obras de vuestras manos (Sl 91, 5). Y en otro salmo es afirmado al respecto de los hijos de los hombres: Se embriagarán en la abundancia de vuestra casa (esto es, de toda criatura) y los haréis beber en el torrente de vuestras delicias, porque está en vos la fuente de vida (Sl 35, 9-10). En el libro de la Sabiduría es dicho contra algunos: Por las cosas buenas que ven (por las criaturas, que son buenas por cierta participación) no conseguirán conocer aquél que es (lo verdaderamente bueno, antes-la propia bondad, como fue dicho (1. I, c XX-XVIII) (Sb 13, 1).





Asemeja los hombres con la perfección divina
En cuarto lugar, esa consideración asemeja de cierto modo los hombres con la perfección divina. Fue demostrado (1. I, cc XLI ss.) que Dios, al conocerse, contempla en sí mismo todas las cosas. Como la fe cristiana esclarece al hombre principalmente al respecto de Dios y, por la luz de la revelación divina, lo hace conocedor de las criaturas, se realiza en el hombre una cierta semejanza de la sabiduría divina. Sobre esto dice el Apóstol: Todos nosotros, al contemplar con la cara descubierta la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen (2 Cor 3, 18).

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Así pues, se evidencia que la consideración de las criaturas pertenece al esclarecimiento de la fe cristiana. Y por eso dice la Sagrada Escritura: Me acordaré de las obras del Señor y anunciaré lo que vi, que en las palabras del Señor están sus obras (Eclo 42, 15).
(Santo Tomás de Aquino, Suma contra los Gentiles, 1. II, c. II).