miércoles, 8 de julio de 2009

La alianza entre el hombre y la Creación


El uso de los recursos del universo no puede ser separado del respeto por las exigencias morales. El dominio dado por el Creador al hombre sobre los seres vivos e inertes exige un respeto religioso por la integridad de la creación.
Escribe: José Antonio Domínguez

Al ser creado por Dios, el hombre era perfectamente ordenado a su imagen a Su “imagen y semejanza” (Gn 1, 26) y viviendo en armonía con la naturaleza. Siendo rey de la creación, dominaba sobre todos los seres, y esto se desprende de la descripción del Génesis: “Y los bendijo Dios diciéndoles: creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra” (Gn 1, 28).
Después Dios, en un gesto de confirmación de la realeza que le había conferido, presentó todos los animales a Adán, “para ver cómo los iba a llamar, porque todos los seres vivos llevarían el nombre que él les diera” (Gn 2, 19), pues el dar el nombre a algo o a alguien es señal de dominación.
Al concluir Su obra al sexto día, con la creación del hombre, “Dios vio entonces todo lo que había hecho y todo era muy bueno” (Gn 1, 31). O sea, todo era perfecto, siendo el hombre el ápice, en el que se resumía todo el universo: el mundo mineral, vegetal y animal, el espíritu y la materia.
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